El final del siglo XX se caracterizó por la comida industrial, por el enriquecimiento de las harinas con hierro, vitaminas y minerales varios y por un abandono rápido de las formas de cocinar tradicionales. La sociedad de consumo, el ingreso de las mujeres al mundo laboral y los ritmos de trabajo cambiaron rápidamente los hábitos culinarios. Para bien y para mal. Hoy, comienzos del siglo XXI, hay un renovado interés por la cocina sana pues la ciencia ha establecido vínculos entre muchas enfermedades modernas y nuestra forma de alimentarnos.

Los ingredientes orgánicos, el menor consumo de sal y azúcares, cereales, carnes blancas y semillas se han incorporado con fuerza a nuestra alimentación. O deberían, si aún no están en nuestra alacena. Por ejemplo las semillas de lino. ¿Qué propiedades tienen estas semillas? Veamos:

. están compuestas de aceites, con mucho Omega 3, fibras, proteínas, vitaminas E, vitaminas B, enzimas que ayudan a la digestión y muchos minerales como zinc, hierro, yodo, calcio, magnesio, caroteno, potasio, sulfuro, sílicio, cobre, níquel, cromo y fósforo. El Omega 3 es muy importante ya que nuestro organismo, al no fabricarlo a partir de los alimentos, necesita incorporarlo mediante su ingesta.

. son ricas en fibra soluble e insoluble.

. tienen mucilago, una sustancia de origen vegetal que refuerza la viscosidad del intestino delgado, lo cual ayuda a prevenir enfermedades relacionadas con el colesterol, regula su funcionamiento, destruye toxinas y protege de la acción de bacterias.

. son anticancerosas, previenen del cáncer de mama, del de colon y del de próstata.

¿Y cómo se les saca mejor provecho? Pues basta comer las semillas de lino enteras o molidas. Podemos mezclarlas en ensaladas, galletas, o en el rebozado del pescado, por ejemplo. Se recomienda remojarlas y no consumir más de una cucharada por día pues tienen muchas calorías.