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La polenta es la gran amiga del invierno. Se trata de un plato a base de maíz blanco o amarillo que es muy típico de Italia pero que, como muchas recetas italianas, está presente en todo el mundo y en diversas culturas. Si bien nació de la mano del trigo desde el siglo XV la versión más difundida es la que se hace con harina de maíz.

Lo usual en estos tiempos que corren es comprar en el supermercado la polenta instantánea que se cocina realmente en minutos. El líquido de cocción puede ser leche, caldo o agua o una mezcla de ellos. Yo prefiero el caldo o la leche porque suman algo de sabor y suavidad. La polenta se puede hacer hervida, frita o al horno. ¿Cuál es tu método? El mío es hervir la polenta:

  • colocar leche o caldo a hervir a hervir. La proporción es que el líquido sea el doble que la polenta (400 ml de líquido por 200 gramos de polenta, por ejemplo).
  • usar mantequilla y queso rallado
  • sal y pimienta

Una vez que el líquido de cocción alcanza el punto de hervor agrego la polenta tratando de que caiga como una lluvia. Sumo un buen trozo de mantequilla y retiro del fuego. Siempre con cuchara de madera revuelvo y revuelvo para que no se formen grumos y la mantequilla se integre bien. La idea es que la polenta absorba todo el líquido.

Después condimento con sal y pimienta negra molida y agrego queso rallado para darle sabor. Y listo, tengo una polenta untuosa y muy sabrosa que es perfecta para comer con salsa y algo de carne.