Uno de los ingredientes estelares de la cocina es el huevo. ¡¿Qué haríamos sin él!? Está presente en cada una de las cuatro comidas, si queremos, porque en el desayuno americano los huevos revueltos, por ejemplo, son un clásico.
Dejando los huevos del desayuno uno de mis almuerzos favoritos, cuando no quiero grandes preparaciones y estoy apurada, es una sabrosa tostada con aceite de oliva, algunos vegetales y un huevo poché arriba. Nunca faltan estos ingredientes en casa, pero lo que tampoco tiene que faltan es la “mano” para que el huevo poche salga diez puntos.
Lo más importantes es elegir bien los huevos. Uno en general sabe dónde venden buenos huevos, grandes, con yema anaranjada si es posible y todavía mejor, si son de granja. Los huevos de criadero de pollo la verdad es que no tienen mucho sabor. Está bien, a veces no queda otro que usarlos así que entonces más nos vale darnos maña con los condimentos. Para comprobar si el huevo es fresco antes de usarlo solo hay que romperlo en un plato hondo: si la yema se mantiene firme y la clara no está acuosa es fresco.
Por otro lado, si compras los huevos en cajas lo mejor es guardarlos directamente así en el refrigerador pues los huevos son porosos y absorben el aroma de otros alimentos. Si tienes huevera en el refrigerador, pues siempre están en las puertas precisamente por eso.
Cómo hacer huevos poche
Si bien con frecuencia utilizo un poco de film, para no correr riesgos, admito que esta técnica es mejor y tiene mucho sentido si quiero hacer más de un huevo. Solo tienes que coger un cazo y llenarlo con agua. La llevas a hervor sobre fuego medio y agregas entonces una pizca de sal.
Rompes los huevos en una taza y lentamente y con cuidado lo vuelcas en el agua. Si vas a hacer varios huevos repites esto con todos los huevos. Se cocinan inmediatamente aunque notarás que los bordes quedan blandos. Un huevo poche se hace en alrededor de dos minutos pero si te gusta más firme cuatro minutos es lo ideal. Eso sí, todo depende del tamaño del huevo y si recién lo has sacado del refrigerador.
Para comprobar si está cocido lo retiras con cuidado con una espumadera y le das un golpecito con una cucharita. Si lo sientes demasiado suave va de vuelta al agua y le das un par de minutos más. Si está listo lo sacas y los llevas a una fuente con papel de cocina para absorba un poco el agua. Personalmente no me gusta manipularlos mucho así que trato de que el agua quede en la espumadera y lo llevo directo a la tostada con aceite de oliva, ajo picado y vegetales ya cocidos. Sal, pimienta, ¡y a comer!
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