ajo-blanco

Me encanta el ajo. Me gusta cocinar con él, sentir su aroma en una salsa, su textura en una ensalada de tomates fría o cómo aromatiza el aceite en segundos. Es una suerte, creo, porque a mucha gente le molesta su olor y su sabor fuerte sin saber que el ajo tiene una larga lista de propiedades medicinales: sirve para tratar enfermedades de las vías respiratorias, para eliminar parásitos, para proteger las arterias, prevenir la hipertensión, la mala circulación, es expectorante, diurético, tiene azufre, fósforo y en fin, es uno de los vegetales más sanos.

Lo mejor es comerlo crudo ya que cocido pierde el 90% de sus efectos positivos sobre el organismo. Por eso, pensando que los días de mucho calor están a la vuelta de la esquina un buen destino del ajo picado, machacado o rallado pueden ser las ensaladas, la mayonesa de ajo o el manjar “ajo blanco“. Este último es un apetitivo, una salsa deliciosa que sirve para acompañar las comidas o anteceder al plato principal. En varias partes del mundo se lo llama de diversas maneras y suele preparárselo con almendras, pero esta receta que os dejo es la que hacía mi bisabuelo, un español de Almería que cocinaba delicioso:

Ingredientes:

una cabeza de ajo

aceite de girasol

sal, pimienta

miga de pan

vinagre de alcohol

Preparación:

Tienes que sacarle la miga al pan blanco y empaparla con el vinagre de alcohol. Después exprimes el pan hasta sacarle el líquido y reservas. En un mortero, preferentemente de mármol o bronce (no levanta temperatura la mezcla), machacas los ajos, le agregas más adelante la miga empapada en vinagre, sal, pimienta y finalmente le vas a gregando poco a poco el aceite en finos hilos sin dejar de mezclar.

Cuando tienes una crema blanca y aromática tienes ya el “ajo blanco”. Lo colocas en un plato y es la salsa perfecta para mojar el pan o acompañar un plato a base de carne. Tapado, puedes conservarlo en la heladera un par de días.