Creo que si bien la comida lenta o slow food no es algo que todos podamos practicar  no podemos comer siempre fast food pues está comprobado que la comida rápida debe ser la excepción y no la regla. Esta dicotomía que marcamos habla de dos formas de alimentación distintas, una muy relacionada al mundo globalizado donde el tiempo apremia e ingerimos alimentos con sabores artificiales y menúes estándares a cualquier hora del día, y otra que es su contracara.

El movimiento de slow food fue creado en 1986 por el italiano Carlo Petrini y hoy mucha gente sigue esta filosofía no solo de alimentación sino de vida. En este punto de vista la vida es disfrute y la alimentación es muy importante, por ende se pone el acento en la elaboración de los alimentos y en el mismo momento de la comida como un evento social, familiar y a ser disfrutado.

Mientras la corriente fast food obliga a masticar rápido porque la comida casi ni está caliente y a salir rápido de la silla, la comida slow implica pensar sobre qué y cómo se come y masticar cada bocado. Es cierto que tal vez no podemos cambiar totalmente nuestra vida cotidiana y meternos de lleno en el movimiento slow, pero creo que podemos comenzar modificando nuestros hábitos alimenticios yendo por el buen camino.

Sin ir a los extremos, ¿acaso no forma parte de una alimentación sana el comer bien, despacio, feliz y sin apuros? Es decir, podemos comenzar entendiendo que la comida no es una necesidad, sino un valor cultural.